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lunes, mayo 21, 2012

Honey Ear Trio - MugaJazz, Iruñea / Pamplona 18/05/2012

Erik Lawrence, Allison Miller y Rene Hart (© Ignacio de Álava Casado)

Llevaban una media hora de actuación cuando Allison Miller – que ejercía de maestra de ceremonias – preguntó: does anybody understand me?  Viniendo de una jazzista, no es una pregunta baladí. La respuesta fue un tímido sí por parte de algunos espectadores. Ella se refería, claro, a si alguien entendía sus explicaciones en inglés (es tontería gastar saliva si nadie comprende; fue amable al flagelarse en la autodefinición de americanos estereotípicos que no hablan otra cosa que inglés). Aparte de dudas sobre la comunicación oral, ¿no es esa una pregunta legítima que pueden hacerse la mayoría de músicos de jazz? ¿Alguien me entiende?

Más allá de los estereotipos del pleistoceno jazzístico, la mayoría del personal desconoce la realidad del jazz y frunce el ceño ante el primer estímulo disonante. Hay muchos porqués al respecto. Uno de ellos, sin duda, la falta de educación musical, de normalización de la diversidad (lo anormal es la especialización en la mediocridad que vivimos). Así, cualquier propuesta que rompa los estereotipos más primarios suscita recelos. Un trío de saxo, batería y contrabajo despierta, por experiencia, una pregunta básica: ¿Sin piano? ¿Sin guitarra? La ausencia de instrumentos polifónicos (aunque Erik me corrigiera después asegurando que entre él y Rene se genera polifonía), capaces de emitir acordes (a eso me refería, Erik), desconciertan a más de uno. Y eso que tipos como Ornette Coleman lo normalizaron hace más de medio siglo. Así las cosas no hay nada como el directo para desarmar prejuicios. Y a fe que más de uno voló por los aires con la actuación de Honey Ear Trio.


Allison Miller, Erik Lawrence y Rene Hart durante la actuación
© Ignacio de Álava Casado

Si en el exterior la noche era de furia y truenos, en el interior la música fue volcánica. El telón de fondo del escenario era una cristalera que permitía que a cada golpe de baqueta de Miller, respondiera la madre naturaleza con percusivos juegos de luz. La noche era eléctrica y la música electrizante. Honey Ear Trio es la combinación de tres personalidades musicales notablemente diferenciadas y complementarias. La vehemente precisión de la pegada de Miller y la amplitud sonora y flexibilidad en el discurso del tenor de Erik encuentran un efectivo intermediario en el contrabajo de Hart, que en ocasiones jugó con la pedalera para que de su computadora surgiera algún sutil efecto ambiental, mínimo y medido. El trío es de naturaleza acústica y el local permitió además disfrutarlo sin amplificación (obviamente, no en el caso del bajista).

Al igual que Erik Lawrence se pasea con el tenor mientras toca, el trío se pasea con placidez sobre rítmicas y estructuras que son, no obstante, exigentes. Hart y Miller se miran y se retan en una suerte de concierto paralelo sobre el que Lawrence plantea el suyo. Incluso visualmente hay momentos en que el saxofonista parece un espectro que pasaba por allí (si no fuera porque Rene Hart llegó a mirarlo e inclinarse hacia él, parecería que no lo vieran). No significa que hubiera desconexión, todo lo contrario. Mientras Rene Hart encuentra en esa visualización de sus compañeros una forma de concentración (tal y como confesó en posterior conversación), Lawrence es un pacífico espíritu que se concentra en recoger la energía que emana a sus espaldas y transformarla en un río expresivo que se agita de forma virulenta o se remansa hasta la mínima expresión.


Erik Lawrence
© Ignacio de Álava Casado

La libertad que permite un trío con esta instrumentación (tanto en cuestiones rítmicas como, por supuesto, armónicas) tiene también sus presuntas limitaciones (tímbricas y, especialmente para el espectador, de un asidero tonal más evidente al que agarrarse). Honey Ear Trio apuesta por una música donde la direccionalidad melódica tiene especial relevancia y donde la rítmica muta constantemente en un reto de precisión, dentro de la flexibilidad general. Si hiciéramos proyección visual de la música, esta sería un cuerpo que engorda y adelgaza, se estira y se contrae, a voluntad. El trío se conoce bien (no sólo comparten esta formación sino que los tres, junto al trompetista Steven Bernstein, son el proyecto Hipmotism de Lawrence) y explora las múltiples aristas de música que puede partir de una evocación rítmica casi tanguera (Whistle Stop, de Erik Lawrence), estar sometida a los designios del saltarín y fragmentario universo de Monk (en Speak Eddie, homenaje de Allison al fallecido baterista Eddie Marshall; o en Six Nettes, única versión de todo el repertorio: obra y gracia de la saxofonista Lisa Parrott), deambular por los espacios más etéreos del himno espiritual “coltreniano” (Spotswood Drive, de Miller, donde la baterista propone un ejercicio circular con los timbales sobre el que Lawrence va dibujando sus frases de invocación), encontrar dejes flamencos en el desarrollo melódico y armónico (¿cadencia andaluza?) de Weight of action (de Lawrence, en la que Miller enriqueció la tímbrica rítmica percutiendo sobre unas campanillas), hacer de la balada pop un arte crepuscular (en The Gates de Rene Hart, cuyo final fue un bellísimo y extremo pianísimo de Lawrence, llevando al límite las posibilidades de desvanecimiento del instrumento) o dejarse abducir por el universo folk-rock y soul (tan fructífero para la pegada de la baterista, poderosa pero llena de virtuosos requiebros) de temas como el inicial Steampunk Serenade (título de su único trabajo discográfico, firmado por Rene Hart).


Allison Miller
© Ignacio de Álava Casado

El entusiasmo del público, la atención modélica de la mayoría de los presentes, y las posibilidades acústicas de un espacio perfecto para tocar “a pelo”, facilitaron una inspirada velada del trío. Hubo algunas dudas en temas todavía en rodaje, pero el directo es así y como buenos músicos solventaron con gracia y talento las imprecisiones (mientras Erik Lawrence buscaba – y no encontraba – los papeles de Speak Eddie, Allison se lanzó a tumba abierta junto a Rene en una improvisada introducción al tema, hasta que Lawrence – impasible en su infructuosa búsqueda – se subió al tren en marcha). Esa era antes la gracia de tocar en clubes (como en su día me comentaba con cierta nostalgia el difunto Peer Wyboris): poder rodar y rodar durante días hasta que el público te conocía perfectamente y los grupos se solidificaban. Pero ya sabemos por Zygmunt Bauman que nuestra sociedad es líquida.


Allison Miller
© Ignacio de Álava Casado

Dos viernes consecutivos de Jazz en el Hotel Muga de Beloso (ciclo ‘MugaJazz’) de Iruñea – Pamplona, han sido como un efecto óptico, un oasis mental para el sediento. La incertidumbre sobre el futuro de la iniciativa (la incertidumbre – también líquida - es la única certidumbre de los tiempos que corren) no es nueva en esta ciudad, siempre ajena a los circuitos más estimulantes, siempre inconstante para los proyectos más creativos. Pronto recordaré estas noches como un sueño, con la duda de si fueron producto de mi imaginación o de un estado febril a causa de la inanición. Ojalá la medicina de los hechos sane mi resignación.

© Carlos Pérez Cruz
Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

Gracias a Ignacio de Álava Casado por la amable cesión de sus estupendas fotografías.

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