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domingo, abril 08, 2012

¡ZAS! Trío - 365 Jazz Bilbao 7/04/2012

¡ZAS! Trío. ¿Por qué ¡ZAS!? Dice “Sir Charles” que no es que la música sea violenta, pero que a los tres ¡ZAS! les une un común mosqueo con muchas cosas de la vida. Así, en el onomatopéyico nombre del grupo, subyace la intención de golpear conciencias, de gritar musicalmente ¡basta ya! Un grito de tres jazzistas, por lo que se puede imaginar que la indignación no es simplemente ciudadana, también (y eternamente) profesional.

Los caminos del jazz son inescrutables y así la indignación hecha arte se subió por dos noches a la tarima del lounge (denominación anglo-pedante de un bar de copas de toda la vida) de un bilbaíno hotel de cinco estrellas. Tiene su miga. Los desheredados de la música “ambientando” un local en el que las consumiciones cuestan más de lo que muchas veces cobran ellos por hora y media de trabajo. Son locales con un glamur impostado, lujo de baratillo y atención de usted con falsete. Y, sin embargo, detrás de la apariencia de clase se esconde la vulgaridad del lanzamiento de botellas al contenedor cuando la música roza el pianissimo. Sensibilidad anal (no confundir con la placentera descrita por Freud), con traje de luces.


Baldo Martínez y Marcelo Peralta
© www.elclubdejazz.com

Dejemos, no obstante, la apariencia ambiental y sus contradicciones y concentrémonos en la música. Aquí sí hay coherencia. Discurso ideológico, puesta en escena y práctica musical son una misma cosa. Son contundentes los ¡ZAS!, por supuesto, pero una contundencia que excede la testosterona terapéutica y se cifra en la suma de muchos y valiosos elementos, tanto en lo que se refiere a la composición, como a la forma en que vuelan las improvisaciones. Hubo quien tras el concierto confesó haber disfrutado del mismo, a pesar de no gustarle el free. Nos pierden las etiquetas. ¿Qué significa que no te guste el free? ¿Qué es el free? Sobre el escenario había tres músicos (que no vestían de etiqueta) haciendo música de la buena, no practicando pleitesía a una definición. Puede que alguien disfrutara del concierto a pesar de que le disguste el swing. Y eso que, ¡menudo swing se gastan! Al homenaje al humorista Gila de “Sir Charles” (con ecos del St. Thomas de Sonny Rollins) me remito. Ellington lo bendeciría.

Si a la estética del entorno le sobraba impostura, la música del escenario supuraba verdad (¡Qué elegante ironía la del Duke Ellington´s Sound of Love del canalla Mingus!). Contrastes. De ellos, un juego permanente en escena. Si alguien alberga dudas sobre la gloriosa necesidad de la disonancia, es porque no conoce el placer del aterrizaje posterior. Si alguien se preocupa por el descanso de los futbolistas alojados en el hotel*, es porque no conoce la inyección energética (ríete de ciertas bebidas que la prometen) del estallido visceral. Contrastes. La murguita de Marcelo Peralta camina plácida (y excitante) sobre un tempo estable (resonancias zornianas del cuarteto Masada), mientras Coquito´s de Baldo Martínez (grabado con MBM) está estructurada con la complejidad rítmica y formal habitual del contrabajista, para culminar, por paradójico que parezca, en los espacios abiertos de ese teórico free que tanto asusta.


Carlos González, "Sir Charles y Baldo Martínez
© www.elclubdejazz.com

La fórmula de trío de batería, contrabajo y saxo alto es exigente para el intérprete pero, si requiere atención e interacción casi continua, también recompensa con la maleabilidad de las formas, con la expansión y contracción del tempo (como si los tres fueran unidad en continua mutación). Claro que, al igual que con el tema de las etiquetas nominales, no está en la instrumentación la causa, sino en la suma de sus personalidades. Los tres crean un organismo sonoro tan flexible que encuentra su equivalente visual en la ligereza y soltura con que danza el cuerpo de “Sir Charles” en la batería. O de cómo la fuerza expresiva nada tiene que ver con la agresividad. Como nada agresivo es el clímax extremo y punzante (para la emoción, claro) de El vidalero de Peralta; hermoso, lírico y crepuscular, paradigma de la capacidad de hondura emocional de la música cuando se aleja de la condescendencia (sin por ello mirarse al ombligo), y del placer sensorial que se sublima con la confluencia remansada de tres discursos sonoros paralelos tan intensos.

“Sir Charles” se confesó públicamente en estado de levitación escénica. No es para menos. Son tres muy buenos músicos que se comunican desde una evidente humildad y voluntad de conjunto. Tres trayectorias con bagajes profesionales muy dispares que han dado con la clave del entendimiento mutuo. ¡Qué difícil! Pero qué fácil lo hacen (parecer). Y es que en estado de levitación, los obstáculos quedan allá abajo.

© Carlos Pérez Cruz

*Después de la actuación del viernes 6, al grupo se le insinuó la necesidad de que su actuación del sábado 7 rebajara la intensidad sonora. ¿Motivo? El Sevilla de fútbol se iba a alojar en el hotel la noche previa a su partido de liga con el Athletic de Bilbao. Por fortuna, ignoraron tamaña grosería.

Publicado originalmente en www.elclubdejazz.com

2 comentarios:

jesus dijo...

un trio que sin haberlo escuchado, me parece muy interesante. el soplador no se porque no se prodiga y tiene mas renombre en nuestra escena pues tiene un gran sonido y gran explosion solistica. quiza es que nuestra escena da poquito de si mas alla de ciertas apariencias. y la aficion (¿supuesta? ¿festivalera? ¿de apariencia?) no se termina de enterar de los posibles. de baldo que decir. llevo siguiendolo desde el primer disco de clunia (¡jovenes fuimos!!!!). nuestro dave holand. y de por esa epoca conozco a carlangas. lo recuerdo con lou, con malik, con abdu, de su proyecto neobop, de sus colaboraciones en jazz entre amigos... un tipo que ademas de musico es aficionado. pocas de las veces que en tiempos iba por el san juan dejaba de verlo por alli. una muestra de oidos abiertos y afición. dudo que cuando los escuche me defrauden. si con estos mimnbres no hacen un buen canasto es como para partirles la boca, vaya

Apatico 2005 dijo...

La afición es virtual, se manifiesta en 140 caracteres.

Hay mimbres... ¡hay canasto!

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