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sábado, agosto 20, 2011

Agustí Fernández - "El laberint de la memòria"


El final és el començament y por lo tanto vuelvo al inicio. Por ello y porque una vez dentro de El laberint de la memòria uno se pierde con gusto y no quiere salir. Así que cuando creo llegar a la puerta de salida siento el deseo de reencontrarme con Joan i Joana. Sin ellos no hubiera sido posible la memòria de Agustí Fernández, documentada en una amplia discografía que suma ahora este ejercicio de memòria consciente. O mejor dicho, el mallorquín es consciente del mecanismo que la ha despertado.

Si Joan i Joana trajeron a Agustí al mundo, la paternidad discográfica de El laberint de la memòria es responsabilidad de João Santos, productor portugués del sello discográfico Mbari Música. Santos propuso a Fernández un disco de piano solo a partir de la música clásica española para piano del siglo XX. Una sorpresa para el pianista dado su bagaje de improvisador y músico contemporáneo que tenía truco: no se trataba de hacer versión ni interpretación sino que Santos buscaba, a través de una previa selección musical de su cosecha, que Agustí escuchara este legado para abrazarlo, negarlo, cambiarlo o ignorarlo, a mi placer. Y el placer es nuestro porque Agustí Fernández responde al reto con una colección de fogonazos de la memòria de sus años mozos en Palma de Mallorca durante los 60, con un relato fragmentario de imágenes, sonidos y sensaciones extraídas de rincones latentes del recuerdo trasladados al lenguaje descriptivo del piano. Como el golpeo incesante de las gotas de lluvia (Pluja sorda) sobre una especie de superficie metálica (en una brillante y creativa evocación a partir de la percusión rítmica de unas pocas notas del teclado, ahogando su resonancia natural) o la recreación de una de las sonoridades más melancólicas (para quien esto escribe): la del afilador (L´esmolador) y el anuncio de su llegada. Agustí rasguea las cuerdas del piano y entre las llamadas dibuja y juega en torno a una melodía como ya hiciera por ejemplo Miles Davis con The pan piper en sus Sketches of Spain.

Hay espacios físicos (La catedral), manifestaciones públicas de la religión (La processó) o personajes con su herramienta de trabajo (El pinzell del Perico) pero también sensaciones (Evanescent) y percepciones (Aparició i desaparicions). Recuerdos, aunque no es música meramente descriptiva. En muchos casos Agustí juega con pequeños motivos melódicos, armónicos, giros que llamaron su atención durante la escucha de la selección musical del productor João Santos y que el pianista lleva a su terreno mediante una aproximación detallada desde múltiples perspectivas. Una amplificación y modulación de piezas que Agustí extrae del rompecabezas de la música clásica española para piano del siglo XX y que moldea a su antojo evitando la emulación de estilos. Es en Tonada o Porta de mar donde se encuentra con más claridad la referencia melódica y armónica del imaginario musical español en un a modo de copla mientras que en Catedral una insistente y percutida masa sonora, amplificada con el uso del pedal de resonancia, genera la ilusión de la magnificencia del espacio catedralicio; las notas arrojadas con ambas manos, los vaivenes del fuego (Flamarades) o la caricia saltarina del teclado, el efecto Evanescent (quizá las gotas de la Pluja sorda que se evaporan).

El final és el començament. Una melodía con la mano derecha, sin acompañamiento de ningún tipo, incita a reiniciar el camino con Joan i Joana y su íntima invitación a un trabajo que nace de la propia memòria a partir de añicos ajenos, de ecos quizás de una memoria antigua y anterior a mí. Música compuesta de ecos de otras músicas que dan forma a un puzle de recuerdos personales que son presente memorable para el que lo escucha.

© Carlos Pérez Cruz

Publicado originalmente aquí.

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