Desde que cerraron la tienda de discos "Chaston" aquí en Pamplona vivo sumido en una profunda depresión discográfica. Una depresión que es a su vez reflejo del verdadero caos que viven las compañías discográficas tradicionales en este momento convulso para el mercado del CD.
"Chaston", con veintymuchos años de existencia, venía a ser mi habitual proveedor (y ruina personal) de música. ¿Por qué? Porque era la única tienda de esta ciudad en la que realmente se podía encontrar lo que yo buscaba y donde, además, te pedían lo que no tenían por raro que fuera el pedido. Ahora, una vez cerrada la tienda, Pamplona no tiene tiendas de discos que merezcan la pena y difícilmente puedo encontrar aquello que quiero.
He hecho mis primeros pinitos en la compra de música por descarga en Internet (en mi caso a través de Itunes) pero no me termina de convencer por dos cuestiones: formato e información. El formato es el de un "invisible" mp3 que se descarga en el ordenador (sigo prefiriendo mil veces el soporte de un CD en mano con su caja) y la información es inexistente porque al descargar la música no descargas el libreto que se supone acompaña a la grabación.
Es probable que la venta de música como la hemos conocido hasta la fecha esté llegando poco a poco al final de sus días. Es probable que todos tengamos que cambiar el chip (¡sobre todo yo!) y darnos cuenta de que el concepto ha cambiado y que ahora no importa eso de el "último disco de" sino el de "acceso a la música". Es decir, y en eso los piratas de Emules y Kazaas (conozco unos cuantos) me llevan una ventaja sustancial, no importa un disco en concreto en sí, o un artista en particular, sino la bajada compulsiva de música venga de donde venga. La forma de escucharla ha cambiado y lo mismo que casi nadie (¿quién será casi nadie?) se permite el lujo de escuchar con atención, casi nadie (¿alguien conoce a casi nadie?) tiene el tiempo para detenerse a pensar qué es lo que escucha. Así la música descargada se convierte en la hamburguesa del restaurante (¡llamarlos tal!) de comida rápida.
Esto debería tener una aspecto positivo: acceso a música de todo el mundo practicamente sin restricción. Sin embargo como en casi todo en la llamada "globalización" tiene detrás el impulso de las mismas multinacionales que antaño vendían en CD. Por lo cual a través de las vías masivas de distribución musical en Internet el acceso fácil es a aquello que daré en llamar "música comercial" (sin entrar ahora en más disquisiciones al respecto) y, por lo tanto, las "otras músicas" quedan una vez más en un segundo o, incluso, tercer plano.
Otro problema para quienes no nos conformamos con "lo de siempre" es la dispersión. La red es un conglomerado anárquico de páginas y rincones varios y saber cómo llegar hasta ellos es, a veces, un verdadero galimatías.
En definitiva... ¡estoy perdido!